SENTIRSE "MECHÓN" EN TERCER AÑO DE UNIVERSIDAD

SENTIRSE
Debido a la pandemia, la generación universitaria 2020 no había podido asistir de forma presencial a sus casas de estudio, algo que cambió este año. Para muchos, el ver cara a cara a sus “compañeros virtuales” ha significado un positivo cambio de vida, aunque las nuevas rutinas no han sido sencillas. Los estudiantes valoran los beneficios de la presencialidad, aunque para algunos jóvenes de regiones que estudian en Santiago el cambio no ha sido tan fácil.
22-03-2022
Información periodística: Ariadna Rodríguez, periodista diario La Tercera 
Foto: Mario Tellez.

En el artículo, extraido del diaro La Tercera, es citado el académico y coordinador del Observatorio de las Juventudes Universitarias, Gonzalo Gallardo

Debido a la pandemia, la generación universitaria 2020 no había podido asistir de forma presencial a sus casas de estudio, algo que cambió este año. Para muchos, el ver cara a cara a sus “compañeros virtuales” ha significado un positivo cambio de vida, aunque las nuevas rutinas no han sido sencillas. Los estudiantes valoran los beneficios de la presencialidad, aunque para algunos jóvenes de regiones que estudian en Santiago el cambio no ha sido tan fácil.

Fernando Sepúlveda (20 años) “entró” a la universidad en 2020, pero recién esta semana conoció en persona a sus compañeros con los que compartió decenas de sesiones de Zoom en los últimos dos años de pandemia. “Los conocí haciendo trabajos grupales y estudiando juntos a través de una pantalla, pero ahora por fin nos dimos un abrazo”, cuenta este estudiante de Ingeniería Civil de la Universidad de Santiago (Usach). “Fue bastante emotivo”, agrega.

“Las primeras dos semanas han sido increíbles e inigualables. Me siento feliz, porque lo esperé tanto tiempo que todavía me queda entusiasmo, quiero que vengan más días y seguir aprendiendo”, dice Sofía Orge, de 20 años, y también con clases presenciales por primera vez en Psicopedagogía en la Universidad Mayor.


El entusiasmo incial, eso sí, posee ciertos matices. Ese el caso de Bárbara Mendoza, de 21 años, que debe movilizarse desde Puente Alto hasta San Carlos de Apoquindo, donde cursa Psicología en la Universidad Del Desarrollo. Ese trayecto, le toma alrededor de dos horas en el transporte público. “El traslado es lo peor. Se me ha hecho muy complicado poder acostumbrarme a este nuevo ritmo. He estado muy cansada, porque he dormido menos”, explica.

De todas formas, Bárbara asegura que prefiere la presencialidad en vez de las clases virtuales: “Me da mucha más seguridad en cuanto a la profesional en la que me voy a convertir el día de mañana. ¿Cómo voy a ser psicóloga si todo mi aprendizaje ha sido online?, pensaba en el confinamiento. Espero lograr internalizar mucho más los conocimientos que solo había tenido la posibilidad de estudiarlos en mi casa”.


Estos universitarios forman parte de los 148.000 estudiantes que se matricularon en 2020 para primer año en alguna de las 60 universidades que conforman el sistema de Educación Superior chileno, según estadísticas del Consejo Nacional de Educación.

El tránsito hacia lo presencial no se reduce solo a los estudiantes, ya que los docentes también han experimentado “nuevas” experiencias. “El miércoles 9 de marzo le hice clases a los de tercer año y cuando llegué a la sala de clases estaban todos afuera haciendo fila, esperando a que yo llegara. Me imagino que ellos pensaban: “¿Puedo entrar a la sala cuando no está el profesor?. Ahí ves que no saben esas reglas más implícitas, porque no han venido nunca a la universidad de manera presencial”, cuenta Gonzalo Gallardo, director del Observatorio de la Juventud UC y profesor de psicología en tercer año en la Universidad Católica y Alberto Hurtado.

Juan Andrés García, psicólogo y funcionario del Centro de Desarrollo Docente UC, explica que el tercer año de carrera -la mitad para la mayoría de los universitarios- suele ser más desafiante, porque durante los dos primeros años los estudiantes tienden a aprender cosas más básicas de sus respectivas disciplinas. “En la pandemia las instituciones tuvieron que adaptarse a la fuerza y no se lograron todos los aprendizajes que se requerían. Depende mucho de la calidad de la docencia online que hayan recibido, de si efectivamente haya sido bien planificada e implementada”, sostiene.


Antes simplemente me despertaba cinco minutos antes de las clases”, coinciden los estudiantes de tercer año al comentar cómo era el arranque de sus ramos virtuales. Hoy, en cambio, se han visto enfrentados a una nueva rutina, la que no siempre es sencilla de abordar. De acuerdo con el Ministerio de Educación, alrededor de un millón de estudiantes ingresaron este año a sus respectivas casas de estudio de manera presencial. Antes de dejar su cargo, el entonces ministro de Educación, Raúl Figueroa, señaló que el 95% de los estudiantes recibieron sus vacunas contra el Covid-19. En los primeros días de presencialidad universitaria, los establecimientos que poseen un mayor número de estudiantes coinciden en que la asistencia ha sido cercana al 100%. Al mismo tiempo, varias casas de estudio han hecho acompañamientos especiales para los estudiantes de tercer año.

Altas expectativas

Aunque a nivel general a los estudiantes que cursan tercer año se les entregaron las herramientas correspondientes a su formación profesional, en varios casos hay una larga lista de pendientes, como por ejemplo, los trabajos prácticos y en terreno. Ello, además de las materias que requieren una interacción presencial.

Sofía, por ejemplo, cuenta que entre las actividades académicas que más espera para este año figuran precisamente las prácticas que se realizan en todos los años en su carrera de Psicopedagogía. Esta estudiante explica que según el plan de estudios de su universidad, durante los dos primeros años debía haber realizado prácticas presenciales en un colegio asignado por su facultad y ayudar a niños con dificultades de aprendizaje. Sin embargo, cuenta que a causa de la pandemia, “la universidad dijo que por cuenta propia teníamos que encontrar a un niño o niña y trabajar con él o ella por Zoom, lo cual fue muy complicado para nuestro aprendizaje”.


García, el psicólogo, explica que “hay que entender que nuestros y nuestras estudiantes van a tener ciertos vacíos conceptuales en los que habrá que entrar a trabajar a fondo. No hay que asumir que ya lo saben todo, porque eso puede generar más problemas a largo plazo”.

A pesar de ciertas complicaciones de su aprendizaje durante el confinamiento, Sofía cuenta que “entre mis expectativas está poder retomar todo lo que en primer y segundo año se perdió, porque fue mucho tiempo”.

Otros no lo ven así necesariamente, ya que la modalidad online les resultó más “cómoda” en ciertos aspectos. Incluso, estiman que lo virtual podría ser una opción, pese a las considerables ventajas de lo presencial, repetidas por parte importante de los expertos.

Tal es el caso de Pedro Aliaga, de 23 años y que se cambió de carrera en julio de 2021, de Derecho a Ciencias Políticas en la UDD. Eso sí, su situación es diferente a la de otros estudiantes de tercer año, ya que Aliaga estudió su primera carrera durante cuatro años, por lo que alcanzó a experimentar la presencialidad. En ese sentido, relata que la modalidad virtual le abrió una nueva visión de aprendizaje.


Si bien ir presencial tiene un lado positivo, como la vida social universitaria, lo online posee la particularidad en que uno puede coordinar su tiempo, hacer más cosas a la vez, disponer más tiempo para otras actividades y ver las clases grabadas cuando quieras”, sostiene este estudiante. “Estar con clases online me generó un orden y una rutina que antes no tenía, por lo que volver a la presencialidad ha sido muy duro y de golpe”, dice.

Del norte a la capital

Beatriz Tapia, de 20 años y estudiante de Periodismo en la Universidad de Chile, concuerda con Pedro Aliaga. “Si me hicieran elegir ahora, prefiero las clases virtuales. La presencialidad no ha sido mala, pero extraño mucho a mi familia, mi mascota y mi casa”, dice. Sin embargo, en este caso hay una salvedad: Beatriz es de La Serena y cursó sus dos primeros años de manera virtual desde esa ciudad. Así, cuenta que para el segundo año de clases virtuales ya había creado una rutina y estaba absolutamente acostumbrada a esa modalidad. Por lo mismo, el inicio de la presencialidad no ha sido del todo fácil para ella. Conciente de aquello, debió recurrir a una terapia psicológica en enero pasado por la ansiedad que le generaba asistir a clases presenciales en su universidad.

“Los primeros meses antes de ir a clases estaba muy nerviosa, me ponía a llorar y me angustiaba la idea de venir a Santiago. Lo tuve que aprender a controlar porque era una realidad que eventualmente iba a suceder. Además, una de las inseguridades que tenía y pensaba frecuentemente era el de las amistades, porque con la virtualidad me fue muy difícil: pensaba que iba a llegar y que todos se iban a conocer, excepto yo. Tampoco sabía cómo usar el Metro o movilizarme en general. Estaba en una situación que no es tan fácil en comparación a los que son de Santiago. Pero ahora me he ido acostumbrando más”, relata Beatriz.

Gonzalo Gallardo explica que “para estos estudiantes de región que tuvieron clases desde sus casas por dos años y ahora por primera vez vienen presencial a la capital, va a ser aún más estresante. Por ejemplo, cuando se avisó en el segundo semestre de 2021 sobre un posible retorno a la presencialidad, llegaron muchos correos electrónicos preguntando si esto era realmente así, porque de ser así tenían que buscar arriendo, dejar la familia y organizarse. Entonces estas cosas se suman a los desafíos de volver a la presencialidad que ya tienen todos los estudiantes”.

Para Fernando Sepúlveda, el estudiante de ingeniería, también ha sido complejo adaptarse a la capital, ya que es oriundo de Iquique. “El proceso de estar lejos de mi familia ha sido difícil, ya que en mi caso soy muy apegado a ellos. Además, vengo de una ciudad que en 15 minutos ya la recorres por completo, y acá en Santiago las distancias son gigantes. Todavía no me manejo muy bien con los tiempos y ubicaciones, dependo de Google Maps”, explica. Sin embargo, ha recibido ayuda: en su primer día de clases sus amigos lo fueron a buscar al Metro, porque de lo contrario “me habría costado un mundo llegar”. Ese día, conoció por primera vez a sus compañeros presencialmente.

Para Rodrigo Osses, de 22 años y estudiante de Kinesiología en la Universidad Andrés Bello, la vida social universitaria era una de las cosas que más ansiaba cuando entró en 2020, ya que se consideraba una persona muy sociable, hasta que la pandemia vino a cambiar sus planes. “Siento que perdí años de universidad que no voy a poder recuperar, años que se suponen que eran inolvidables. Es por eso que tengo muchas expectativas para lo que viene. Me quiero enfocar en mis estudios, pero también quiero pasarlo bien”, dice.